Samuel Aguirre Ochoa
El presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, ha venido repitiendo machaconamente que no aumentarán los precios de los combustibles, sin embargo, la realidad parece mostrar lo contrario, pues he escuchado a muchas amas de casa quejarse del incremento del gas LP, al grado de que muchas de ellas ya no compran el tanque de 30 kilos, sino que adquieren la marranita de sólo 10 kilogramos y otras personas llevan el tanque a las gaseras para que le pongan sólo una determinada cantidad de kilogramos, pues no le alcanza el dinero para llenarlo.
En Veracruz, en algunas zonas del norte de la entidad, el tanque de 30 kg se está cotizando por encima de los 1,100 pesos, es decir, cada kilo de gas LP se vende por encima de los 36 pesos.
También he escuchado infinidad de quejas sobre el incremento del pago en los recibos de luz eléctrica y he visto que el precio de la gasolina sí se ha venido incrementando en los últimos meses.
Sobre lo primero, recientemente el diario impreso Sol de México, realizó un comparativo entre los precios de la luz eléctrica del último año del gobierno de Enrique Peña Nieto y el año actual y demostró que la energía eléctrica se ha encarecido hasta en 12%.
El día de ayer, el presidente López Obrador, en un evento en Baja California Sur, se comprometió nuevamente a que no aumentarían los precios de la luz eléctrica, a pesar del aumento del costo del gas natural que el país compra en Estados Unidos para generar electricidad en nuestras plantas de energía. Sin embargo, en la mañanera del 15 de febrero pasado había prometido que no se encarecería el gas LP, la gasolina ni la electricidad y ahora vemos que mintió.
Hay, pues, dos versiones sobre el tema, la del presidente y la de las amas de casa. Quienes todos los días deben adquirir los insumos necesarios para vivir conocen bien la realidad y podrán discernir con claridad sobre quién está mintiendo al respecto y formarse su propio criterio sobre la afirmación del primer mandatario.
Pero la realidad es más compleja de lo que parece a primera vista, pues aunado a esto, también se está dando un incremento en los productos de la canasta básica, como el arroz, el frijol, el aceite comestible, la leche, la carne de res, la carne de pollo, las leguminosas, las galletas, la papa y el huevo, lo que pega directamente en los bolsillos de la mayoría de los mexicanos.
En un comparativo rápido, vemos que la pechuga de pollo aumentó de precio de $45 hasta $55 en algunos lugares; el aceite comestible de $23 a $26; el huevo que se vendía a $2 por pieza subió a $3; la papa aumentó de precio de diciembre a febrero de este año, se vendía en $21.90 el kg y llegó hasta $40 y el kg de plátano llegó a cotizarse hasta en $24. De acuerdo con el levantamiento de precios que realiza la casa encuestadora del diario Excélsior, en diciembre de 2020 se necesitaron $1,733.5 para adquirir la canasta alimentaria, cantidad que se elevó a $1,750.9 en febrero.
Y si a esto le sumamos los efectos económicos de la pandemia, que ha dejado sin empleo a millones de mexicanos, nos daremos cuenta que la suerte de la mayoría es cada día peor. Que crece el sufrimiento como consecuencia de la pobreza en la que se encuentra sumido el sector más desprotegido del país, situación muy contraria a la que presume el gobierno de la cuarta transformación, que a fuerza quiere hacernos creer, que a los mexicanos nos está yendo mejor ahora que ellos gobiernan.
La situación del país es catastrófica, pero a fuerza de la manipulación quieren hacernos creer lo contrario, para que en el próximo proceso electoral volvamos a votar por los candidatos de Morena, pero repito, ahí está la realidad tocando la puerta y debemos de razonar con claridad para actuar de manera crítica.
Una muestra de esta manipulación es que el día de ayer, el gobierno federal anunció el adelanto de los pagos de 3 meses en todos los programas asistenciales con la clara intención de inducir el voto hacia sus candidatos, alegando la veda electoral. Pero callan cínicamente sobre la falta de empleos y de obra pública de beneficio colectivo y de que se han gastado los ahorros del país, como el fondo de estabilización y el dinero de los fideicomisos. Además de que gran parte de la población no recibe ningún apoyo del actual gobierno.
Vale preguntarse: ¿De dónde sacarán dinero para seguir regalando a cambio de votos, cuando se hayan agotado dichos ahorros y disminuyan los ingresos tributarios por la falta de consumo, de inversión y de empleo? Es importante que todos nos respondamos esta pregunta desde ahora.