¿QUÉ LE QUEDA A LA JUVENTUD?
Andi Uriel Hernández Sánchez
En la semana que finaliza, un reportaje llamó mi atención por la cruda realidad que retrata: “¿Jóvenes perdiendo el futuro? Crece abandono escolar y desempleo en México”, el trabajo fue realizado por la periodista Melissa Galván y se publicó en el portal Expansión Política. En este se da cuenta del daño ocasionado por la pandemia al desarrollo de este sector de la población y del fracaso de las estrategias del gobierno federal dirigidos a generar mejores oportunidades para ellos.
“La organización México Evalúa y la Escuela de Gobierno y Transformación Pública del Tec de Monterrey presentaron cifras que revelan que los jóvenes de 15 a 29 años son el grupo de la población que más se ha visto afectado por la pandemia”, señala la periodista y continúa: el 7% de los jóvenes que estudiaban el bachillerato lo abandonaron, el porcentaje equivale a poco más de 563 mil educandos y el 23% (una quinta parte) de los jóvenes que tenían empleo, lo perdieron tras la declaratoria de emergencia sanitaria; el 8% de los menores de edad que concluyeron la secundaria ya no ingresaron a la preparatoria y el bachillerato es el que presenta una mayor pérdida de aprendizajes, con un retroceso de hasta tres año.
Por otro lado, el reportaje aporta datos que demuestran que la estrategia del gobierno del presidente López Obrador no está contrarrestando el empeoramiento en la calidad de vida y la falta de oportunidades de sobresalir para la juventud. “En 2020, las Becas Benito Juárez [apenas] llegaron al 29% de los estudiantes de media superior con escasos recursos”, es decir, un 61% del recurso destinado para este programa terminó en manos de los jóvenes de los estratos con mayores ingresos de la sociedad y que de los 2 millones 124 mil 434 jóvenes que fueron contratados como «aprendices» por el programa Jóvenes Construyendo el Futuro, no existe ninguna información sobre la cantidad de los que fueron finalmente contratados como trabajadores de planta y, sobre todo, con las prestaciones de ley.
Finalmente, se dice que el 60% de los jóvenes que egresan del bachillerato y se insertan en el sistema laboral apenas perciben uno o dos salarios mínimos, un promedio de 200 pesos diarios; recurso insuficiente para tener una vida decorosa.
Los datos ciertamente buscan reflejar el empeoramiento de la situación por la pandemia, pero la verdad es que el problema viene de mucho tiempo atrás y no ha hecho más que agudizarse. La falta de empleo, los bajos salarios y el desastre de nuestro sistema educativo no son consecuencia del covid-19, aunque ciertamente lo haya agravado, sino más bien resultado ineludible del modelo económico neoliberal.
Mientras la situación de la juventud más pobre del país se agravaba, las fortunas de los multimillonarios mexicanos crecieron inmensamente. “De acuerdo con el organismo [la Comisión Económica para América Latina y el Caribe], las fortunas de los más acaudalados de México pasaron de 122 mil 281 millones de dólares en 2019 a 136 mil 100 millones, es decir, casi 14 mil mil millones de dólares adicionales” (Sol de México, 28 de enero).
Esto es explicable porque, como señaló recientemente en su artículo semanal el Ing. Aquiles Córdova Morán, secretario general del Movimiento Antorchista Nacional, durante la pandemia las grandes empresas monopólicas, las que controlan la producción de mercancías, encontraron en la crisis una “oportunidad de oro” para incrementar sus ganancias al aumentar de manera artificial los precios de los productos indispensables (alimentos, medicinas, combustibles, ropa, etc.) aprovechando la escasez y la necesidad de adquirirlos. Así, los grandes tiburones capitalistas se han convertido, como en todas las crisis, en los únicos y mayormente beneficiados, mientras que buena parte del resto de la población se vuelve más pobre. Es el fruto podrido del modelo económico.
Los datos estremecen, pero demuestran, por un lado, que el modelo neoliberal sigue totalmente intacto en nuestro país, contrario al discurso del presidente López Obrador y, por otro, que mientras persista este modelo, las probabilidades de éxito y de progreso para las clases trabajadoras, principalmente para los más jóvenes, en lugar de multiplicarse cada día se reducirán más. No hay, dentro del neoliberalismo rapaz, un futuro prometedor para los jóvenes de ahora y menos para los del futuro.
A nivel mundial, los grandes monopolios económicos norteamericanos y europeos, que tienen el control de sus gobiernos y a la OTAN como brazo armado, nos han puesto al borde de una conflagración mundial en su afán de apoderarse de las riquezas del mundo entero. Estos grandes oligarcas se empeñan en agredir al pueblo ruso y chino, cuyos gobernantes se oponen a sus planes de supremacía planetaria y utilizan todo su aparato mediático para presentar a Rusia y a China como los grandes villanos, contando mentiras abiertas y tergiversando la realidad a su conveniencia.
Sin embargo, los dirigentes del pueblo ruso y chino han planteado al mundo la necesidad de replantear el modelo económico y de que es posible el desarrollo compartido entre las naciones del mundo, que no es correcto que exista una sola potencia hegemónica que subyugue y someta a sus intereses al resto de los pueblos del planeta. Un mundo multipolar en el cual cada país encuentre las vías para su desarrollo. Y es esta propuesta la que condenan y persiguen los imperialistas norteamericanos y sus aliados de la OTAN. El neoliberalismo solo ofrece guerra, hambruna y enfermedades a los jóvenes del mundo entero.
A la juventud mexicana se le presenta un panorama poco alentador, por tanto, ha llegado el momento de plantearnos la necesidad de corregir los problemas del país y de poner manos a la obra. La coyuntura mundial quizá esté abriendo la posibilidad de sacudirnos el yugo del imperialismo norteamericano y la ocasión para instrumentar un modelo económico distinto, en el que la riqueza producida por todos se distribuya de mejor manera y en el que la juventud pueda encontrar mejores y más seguras formas de progresar material y espiritualmente. Se requiere, ineludiblemente, como condición previa la organización y politización de las amplias masas trabajadoras de México.
Se requiere, primero, estudiar la situación mundial y del país, comprender con precisión el origen de los grandes problemas nacionales y, segundo, disponerse a contribuir en el despertar de conciencia que requiere el pueblo de México. Organizarse y luchar por un mejor país es la tarea del momento, de lo contrario, seremos los jóvenes quienes paguemos las consecuencias en el futuro.