Andi Uriel Hernández Sánchez
El pasado 4 de enero, el presidente López Obrador en su habitual conferencia matutina reconoció expresamente que sus programas sociales son principalmente una estrategia electoral antes que una política social de combate real a la pobreza. “Ayudando a los pobres va uno a la segura porque ya saben que cuando se necesite defender, en este caso la transformación, se cuenta con el apoyo de ellos […] es un asunto de estrategia política”, dijo triunfal.
Los datos duros parecen confirmar que efectivamente la cantidad de personas beneficiarias de algún programa social que está dispuesta a votar por el partido del presidente y por sus candidatos es mucho mayor que la que no recibe ningún apoyo. Además, los datos también advierten que los programas no están focalizados principalmente en los sectores más pobres y que, tras 4 años de operación, no han logrado disminuir el nivel de pobreza en México, al contrario, ésta ha crecido mucho más rápido que en años anteriores. Veamos.
Según el columnista Alejandro Moreno, de El Financiero, las encuestas realizadas por este medio durante los 4 de gobierno de morenismo reflejan que la brecha de simpatía por el presidente López Obrador ha crecido entre los beneficiarios y no beneficiarios de programas sociales, en el primer grupo la simpatía es del 45%, mientras que en los segundos es del 65%, 18 puntos porcentuales de diferencia.
Por otro lado, los datos del Estudio Nacional Electoral de México, realizado por el CIDE posterior a las elecciones de junio 2021, mostraron una mayor tendencia de la población beneficiaria de algún programa social a votar por Morena. De los encuestados, 46% dijo recibir algún apoyo, aunque la mayor tendencia al voto por el partido oficial ocurrió entre la población de ingresos bajos que tenía estudios de preparatoria, seguramente por el efecto de las Becas Benito Juárez que es de carácter “universal”, lo que no significa que la beca tenga una cobertura total, sino que es entregada a cualquier persona, sin importar que se ubique o no en los niveles de pobreza, tal como ocurre con el programa para adultos mayores.
Ciertamente, señala Alejandro Moreno, en su columna del 13 de enero, el número de personas beneficiarias de programas sociales ha crecido en 4 años. “En 2019, el total de beneficiarios era 28 por ciento, de los cuales 7 por ciento era la misma persona entrevistada y 21 por ciento algún familiar suyo. En 2020 la cifra subió a 33 por ciento, en 2021 a 42 por ciento y en 2022 a 51 por ciento, siendo la primera vez que se registra una mayoría, considerando que 10 por ciento de las personas entrevistadas dijo ser quien recibe los beneficios personalmente, mientras que 41 por ciento indicó que un familiar es el beneficiario”, señala.
A pesar de ello, los programas sociales del gobierno morenista no están enfocados en ayudar a la gente más pobre a superar esta situación. Según un análisis del Instituto de Estudios sobre Desigualdad, «el porcentaje de hogares en extrema pobreza que se benefició con programas sociales en 2018 [con Peña Nieto] llegó al 64% mientras que en 2020 [ya con AMLO] la cifra bajó a 43%. En cambio, las ayudas a los hogares no pobres aumentaron siete puntos porcentuales en ese mismo lapso, al pasar del 20% al 27%.”
Los datos duros prueban hasta aquí que, efectivamente, los programas sociales de la 4T son más una política electorera y de compra de conciencias que una forma de ayudar a los más pobres. Pero hay más: tampoco han dado resultados en el combate a la pobreza.
En diciembre pasado la CEPAL, dio a conocer los resultados del Panorama Social en 2022, según sus datos, México se ha convertido en el segundo país con mayor porcentaje de población en pobreza en América Latina. Para 2018, cuando López Obrador llegó al poder, estimaban 52 millones de mexicanos en pobreza, para este 2022 la institución calcula un total de 58.1 millones de pobres en el país. Un aumento de 6.1 millones con respecto al inicio del sexenio.
Sin embargo, en agosto de 2022, el economista Abel Pérez Zamorano escribió un artículo en el que refirió lo siguiente: “En entrevista con DW [importante televisora alemana], Araceli Damián, investigadora de El Colegio de México, experta en medición de la pobreza, dice: ‘… las cifras de la CEPAL sobre la pobreza en México están basadas en los datos de Coneval […] esos datos no reflejan toda la realidad […] mientras la CEPAL habla de 52 millones de pobres en México en 2018, la realidad es que aquí ya teníamos 90 millones de pobres, o sea, alrededor del 73 por ciento de una población de 132 millones’. Damián […] parte de que los pobres en México son casi el doble de las cifras oficiales. […] existe hoy un aproximado de 100 millones de personas que padecen algún grado de pobreza, o sea 8 de cada 10 mexicanos’, dice Damián, que se basa en un método integral de medición de la pobreza creado junto con el investigador mexicano Julio Boltvinik Kalinka, una autoridad mundial en medición de la pobreza y asesor de la ONU”. Un dato mucho más duro, pero realista.
Según estos datos, el número de pobres habría aumentado de 90 a 100 millones en cuatro años. La estrategia de AMLO para combatir la pobreza no funciona o, más bien, es un engaño, en realidad una política electorera que pretende beneficiarse de la necesidad de la gente, para confundirla y lucrar con su pobreza. Una política vergonzosa e indignante.
En Veracruz, según información revelada por el gobernador Cuitláhuac García el pasado 6 de enero, hay más de 2 millones 820 mil 683 adultos mayores, jóvenes y niños que reciben algún programa social del gobierno federal, que distribuyó más 67 mil 170 millones de pesos. Quedaría pendiente ver cuánto de ese dinero realmente llega a los veracruzanos que más lo necesitan. Sin embargo, se trata de una cantidad muy grande de personas a merced de los mecanismos de manipulación y coacción del partido en el poder, de la maquinaría de Estado diseñada para mantener en el poder al gobierno a pesar de sus pésimos resultados.
Quienes buscamos un cambio profundo para México, una solución de raíz a los problemas que brotan de la desigualdad social y la indignante miseria, estos datos deben prevenirnos para hacer un trabajo de mayor persistencia y paciencia para despertar la conciencia de los veracruzanos, de los mexicanos, para sacarlos de la confusión y el engaño y para convencerlos de que un mejor futuro para todos es posible, pero que esté no vendrá del cielo ni será producto de ninguna mente iluminada, sino del trabajo organizado, consciente y constante de las clases trabajadoras. Es un reto grande y difícil, pero es el único camino que existe para mejorar la suerte de los más pobres de México.